Quedémonos quietos un momento,
sin mover siquiera el dedo meñique,
para que nos cubra la calma.
No hay ningún lugar al que ir
ni del que venir,
pues nos ha llegado
ese extraodinario momento
en que reina la quietud y el silencio
que nos llenarán todos los sentidos,
en el que todas las cosas hallarán descanso.
Todo adquiere entonces
una profunda conexión.
Pongamos fin al " ellos y nosotros ",
al esto contra lo otro.
No nos moveremos de estos breves
instantes, pues eso turbaría
tan palpable presencia;
no hay nada que decir ni hacer,
pues la vida nos abraza en tan prodigioso encuentro
y nos toma en sus brazos como a un querido amigo.
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